En el reflujo incrustado
de sabores con espasmos de olvido
invento tu esencia
y brilla la hora que deleita
el sacrilegio que estalla
en tu retraso extasiado de esperas.
Y es entonces mi muerte...
Muerte de ayer.
Muerte de lunas.
Muerte de lágrimas secas.
Y en vertientes de sol
me humedece la saliva de tu vida sin calor,
convocando susurrante
inocuas miradas ardorosas,
que acéfalas de sueños
impregnan la palabra
en el sonido dulce del aliento.
Y aletargo minutos
en intentos vanos de no volver,
insospechada caravana volcánica
sacude las raíces comprimidas.
La retina despliega su disfrute
y cítricos contornos
abrazan el silencio enajenado.
Final, no existe...
El espejismo épico de deseos
será eterno
en mi homérico y pasajero espíritu,
tan solo morirá la imagen esperada.
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