Nada siento.
Muerte invisible,
cobarde de sentidos
atropella destinos
y solapada de discursos
abriga inerte
la inmune frialdad
de mi silencio.
En el río seco de las venas
descansa tu recuerdo
y estalla muda la ausencia
en la mecedora absurda
de la vida...
Un cuerpo inmóvil
acompaña la sombra
que continúa la mirada,
ajustando sin conciencia
el volátil sonreír de una careta.
Más freno agazapada
sin rumbos celestiales,
y acoplo mi señal
(marchita de violetas)
al sueño infinito de esperar...
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